
A veces se echa tanto de menos a alguien que no puedes ni respirar. Sólo recuerdos te invaden. Te echo tanto de menos...
Sólo sabes que esa persona la recuerdas por algo. Mientras tanto, intentas aprovechar tu tiempo y decides escribir cualquier cosa. Pero nada; sólo te salen versos que hablan por él...¿estará escribiendo ahora mismo?
Luego dejas el lápiz y te levantas. Miras a la ventana. Al cielo. Vuelves a echar tu vista a lo que has dejado. El lápiz reposa junto a la mesa, y no parece que sufra, ni que esté apenado, ni melancólico. Te sientes vacía y buscas ese huequito entre las nubes. Saltas. Atraviesas la ventana y te vas volando. A medio camino piensas: "¿desde cuándo se volar?" Sonries y eso te hace feliz. Subes más alto. Más. Más . Más. Y cuando estás a punto de tocar las nubes decides dar marcha atrás; retroceder. Te da miedo ser feliz. Sabes que lo serías si llegaras hasta ellas, pero vuelves a tu hogar. Con tu lápiz, tu mesa y tu melancolía y piensas: "hoy no. Otro día tocaré las nubes. Debo echar de menos".
Ójala siempre encuentres una ventana abierta por la cual volar sin sentir miedo. Ojalá echar de menos no se convierta en un impedimento para ser feliz.